EL MARIDO VERDUGO
¿Teméis de ésa que puebla las Montañas
turba de brutos fiera el desenfreno?... ¡más feroces dañinas alimañas la madre sociedad nutre en su seno! Bullen, de humanas formas revestidos, torpes vivientes entre humanos seres, que ceban el placer de sus sentidos en el llanto infeliz de las mujeres. No allá a las lides de su patria fueron a exhalar de su ardor la inmensa llama; nunca enemiga lanza acometieron, que otra es la lid que su valor inflama. Nunca el verdugo de inocente esposa con noble lauro coronó su frente: ¡Ella os dirá temblando y congojosa las gloriosas hazañas del valiente! Ella os dirá que a veces siente el cuello por sus manos de bronce atarazado, y a veces el finísimo cabello por las garras del héroe arrebatado. Que a veces sobre el seno trasparente cárdenas huellas de sus dedos halla; que a veces brotan de su blanca frente sangre las venas que su esposo estalla. ¡Y que ¡ay! del tierno corazón llagado más sangre, más dolor la herida brota, que el delicado seno macerado, y que la vena de sus sienes rota! Así hermosura y juventud al lado pierde de su verdugo; así envejece:— así lirio suave y delicado junto al áspero cardo arraiga y crece. Y así en humanas formas escondidos, cual bajo el agua del arroyo el cieno, torpes vivientes al amor uncidos la madre sociedad nutre en su seno. |